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EPISODIOS DE (IN)TOLERANCIA:EL VERDADERO CAMINO AL ARCOIRIS

Por Hugo Avanez

 

Cuándo fue la última vez que discriminaste a una persona? ¿La semana

pasada? ¿Hace dos meses? ¿Antes de la pandemia? ¿Por qué lo hiciste?

A diario nos encontramos con diversas noticias en la TV y en redes sociales al respecto, como la de aquel policía que asesino a un hombre afroamericano por circunstancias que no caben en el imaginario colectivo.

No obstante, no hay que ir demasiado lejos para ser testigo de que, a diario, y sin excepción, todos somos parte del problema cuando tenemos a mal expresarnos de otra persona. Porque sí, para discriminar no hace falta llegar a la violencia física.

Acuérdate de las veces que “jugando” has llamado esclavo a un compañero del trabajo sólo por ser más morenito que tú, pero dices que no tiene nada de malo, porque lo haces

“jugando”, por “echar desmadre”, “porque así se llevan ustedes”, o peor aún, porque “ya se acostumbró”. No, no creo que internamente esté acostumbrado al trato denigrante disfrazado de juego, pero sí ha aprendido a normalizarlo externamente, por eso ahora finge que le causa gracia. Tal vez sí lo considere gracioso. Tal vez no.

Quizá hablo de un problema minúsculo, pero al final, esa forma en que los demás nos ven y nosotros a ellos determina nuestra manera de convivir en esto que llamamos sociedad.


Se supone que entre las minorías discriminadas es que surgen los grupos de apoyo. ¿Correcto? Como aquellos que componen a la comunidad LGBTTTIQA quienes a lo largo de estos años han llevado a cabo un esfuerzo implacable por exigir sus derechos luego de los fatales acontecimientos ocurridos en el Stone Wall Inn en Manhattan.


Hoy por hoy, este colectivo ha logrado grandes avances para ser reconocidos promulgando la libertad de expresión, no obstante, al interior existen ciertas conductas que distan del propósito original de la protesta: la unión en pro de una lucha de la que todos somos parte como individuos. Y es que no es raro observar a miembros de la comunidad discriminando a otros por aspectos socioeconómicos o físicos, porque para ser “un buen gay” pareciera que debes actuar de cierta manera, o de lo contrario, no puedes ser parte de ella. Curiosamente los segregan por considerarlos “diferentes”.


Por ello, es incongruente el discurso de un grupo que lucha constantemente

por sus derechos, abogando por el respeto y la tolerancia, pero que tristemente

segrega a los miembros que no considera semejantes debido a la divergencia con

su manera de pensar cultivando el fenómeno de la endodiscriminación donde impera la actitud vituperante y el encono de gays hacia gays. Peor aun cuando el machismo, aquel que ha mostrado –incansable– su repudio a todo lo LGBT+ tenga cabida dentro de la comunidad, como aquellos afirmando que lo femenino no los “representa” y que se debe cumplir un parámetro hipermasculinizado para ser aceptado, o por el contrario, llamándolos de closet si no “se les nota”. Esta actitud sólo conduce a la misoginia y el rechazo.


Si detestamos que la mujer sea encasillada en la categoría de objeto, el

mundo gay no se aleja bastante de ello, ergo, la subsistencia de una postura

guiada por la doble moral es trasladada a núcleos donde reinan las palabras de

carácter peyorativo hacia los mismos LGBT+ cegados por atávicos pensamientos,

producto de la heteronormatividad y el patriarcado.

Por el contrario, habría que subrayar que la riqueza de la diversidad compone a todos los individuos de la sociedad, sea heterosexual u homosexual,

donde la personalidad de cada uno debe ser visto como una suma importante no como el motivo para discriminarlo. Vaya, la naturaleza humana está diseñada para buscar el reconocimiento y formar parte de una tribu. No obstante, en la actualidad, esta parte de la

naturaleza humana resulta en una segregación que apuntala al nacimiento de posturas discriminatorias.


Creo importante y confío en que el día que podamos apreciar y aceptar las diferencias de la sociedad en general, es que no tendremos por qué hacer menos al de al lado tan sólo por ser “distinto” a nosotros, sino aprender de ellos…a construir una sociedad realmente funcional.

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